Que al final la vida es eso: caer, aprender la lección y levantarse. Que los días malos están para apreciar de verdad los buenos. Que hay personas que entran en tu vida por un breve espacio de tiempo y luego se van, algunos se irán para siempre marcando nuestras vidas, y otros simplemente se irán a otros lugares; pero también habrá personas que un día llegarán y decidan quedarse a tu lado. Todo pasa y las heridas se curan. Las sonrisas no tienen precio, sobre todo cuando esas sonrisas tienen nombre y apellidos. Merece la pena luchar, aunque no siempre el resultado sea el esperado. Nos pueden quitar muchas cosas, pero nunca nos podrán quitar nuestros sueños, ni nuestros recuerdos; y de nosotros depende que merezca la pena recordarlos. Y es que al final, la vida son dos canciones. No merece la pena ir por la vida de puntillas, es mejor saltar en cada charco, empaparse de las situaciones y de las personas, rodearse de los mejores; pero de los mejores para ti. Tenemos demasiado miedo a equivocarnos, no nos damos cuenta que da igual, que no hacer bien las cosas a la primera, está permitido; que eso no nos hace mejores ni peores. Que todo tiene importancia y que es la que nosotros le queramos dar. Porque al final, nos quedan dos canciones y tú decides qué tipo de música quieres que contengan.
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