martes, 24 de septiembre de 2013

Tuvo que dejarla marchar, sabiendo que la quería por encima de todo. Sabiendo que se sentía muy querido cada día. Estuvo demasiado tiempo encerrado en su dolor, buscando la manera de volver a hacer que sus caminos se juntasen, de hacer que ella volviese a quererle.
El tiempo siguió haciendo lo propio, y al final se llevó hasta la última gota de su esperanza. 
Con ella volvió a mostrar todas sus facetas: la más seria, la de apoyarla en todos sus malos días; pero también la de compartir sus alegrías, hacerla reír a cada instante; y sin embargo, no encontró la manera. Se rindió. 
Más adelante, un amigo le contó su historia, y fue entonces cuando las piezas empezaron a encajar. En la historia de su amigo encontró síntomas de amor por todas partes; y a pesar de todo era un amor insano. Sabía que a su amigo le querían como nunca le habían querido pero, era un amor que no era bueno, no le hacía bien. Le hacía llorar a menudo, le impedía volar. 
Hace no demasiado tiempo entendió que querer mucho no conllevaba querer bien. Y a partir de ese momento ha podido ver las cosas desde otro punto de vista. 
Había parejas que se querían por encima de todo pero tenían que tomar caminos diferentes. Nunca tuvo dudas de que ella le quiso mucho, con todas sus fuerzas. Sin embargo, empezó a tener dudas de si le quiso bien.